El poder de la palabra

EL PODER DE LA PALABRA




Desde los albores de la historia de la humanidad, el ser humano siempre ha sentido un inmenso orgullo por su entidad humana, un sentimiento de superioridad que le reafirma un innato poder sobre todo lo que le rodea.

Este orgullo y sentido de superioridad ha hecho que el hombre lleve a cabo grandes proezas, grandes descubrimientos, grandes logros y también cometa grandes errores en nombre suyo: en nombre del ser humano, en nombre de la humanidad.

Pero ¿cuál es la finalidad del hombre?

Responder a ello sería retomar un estudio filosófico que muchos grandes pensadores ya han realizado con mucho más esmero y profundidad, y que sin embargo, no han resuelto por completo; por ello, sólo mencionaré una de las posibles finalidades de la humanidad.

Como se mencionó anteriormente, el hombre ha realizado grandes acciones que conducen a una sola cosa: la transmisión del conocimiento.

Ya los griegos representaban esta cualidad humana con el célebre mito de Prometeo; el titán que desafía a los dioses robando el fuego sagrado para entregárselo a los hombres para que ellos a su vez lo conserven y puedan ser como las mismas deidades. El fuego es el conocimiento, con el cual la humanidad puede transformar su entorno.

El ser humano siempre ha querido comunicarse para expresar su pensamiento y sus sentimientos; para ello creó el lenguaje que se manifiesta en múltiples formas: la escritura, el arte, su propio cuerpo…pero la forma de comunicación más eficaz que concibió fue y es la palabra.

Si, la palabra hablada contiene una fuerza especial; tal vez porque proviene de nuestro propio Ser o porque además de contener una idea puede transmitir al mismo tiempo uno o varios sentimientos o emociones.

Todas las grandes civilizaciones antiguas tuvieron un especial aprecio por la palabra, pues de ellas sabemos que transmitían sus más preciados conocimientos por medio de la tradición oral y no porque no conocieran la escritura sino porque confiaban más en el poder que tiene la palabra. De hecho, ¿acaso las Sagradas Escrituras no mencionan que al principio de todo fue el verbo?

La palabra fue creada para compartir el mayor don del ser humano; el pensamiento. El pensamiento constituye la gran herramienta con la cual la humanidad ha transformado su vida, su entorno, su historia y hasta la propia naturaleza; e incluso, es por medio del pensamiento que se ha dado cuenta del poder que tiene y por el cual también ha tomado conciencia de la gran responsabilidad que tiene sobre cada uno de sus actos.

Y todo este pensamiento ha sido difundido principalmente por medio de la palabra. Si analizamos con detenimiento la cultura actual; la mayor parte del conocimiento que adquirimos es a través de las palabras: por medio de lo que escuchamos de nuestros padres durante la infancia, de nuestros maestros, de nuestros amigos, de la televisión y el radio. Las palabras brotan, fluyen, se escapan de nosotros; a veces como ideas caprichosas y otras veces como pensamientos bien definidos. Una a una, nuestras palabras van conformándonos a nosotros mismos; llegando incluso a definirnos por completo. Me atrevería a decir que sin las palabras, sin nuestro lenguaje mental, escrito y/o hablado; no podríamos llamarnos o consideramos Seres Humanos. Existen palabras más fuertes que otras; palabras más bellas que otras, pero no por su fuerza o belleza en sí, sino por la idea o entidad que aparece ante nosotros al pronunciarlas.

Hay palabras que nos siguen durante toda la vida y estas merecen toda nuestra atención pues si estas son positivas y creativas nos ayudarán a crecer pero, si no lo son, nos pueden destruir.

Nos encontramos en un nuevo milenio y  un nuevo siglo y así, experimentamos; como en ningún otro momento de la historia, una explosión sin fin de palabras, de ideas, de pensamientos que nos penetran, que surgen y mueren sin cesar, pero que en muchas ocasiones no nos dicen nada esencial o no nos atrevemos a entender su real significado.

¿Qué dicen nuestras palabras, nuestras ideas?

No importa que sean éstas novedosas o únicas, por que si profundizamos realmente, ¿qué es en verdad novedoso o único?

Lo que si importa es lo que manifiestan y expresan, si realmente tienen fuerza o están vacías, si están bien estructuradas o no; o si realmente creemos en lo que decimos con ellas; si cumplimos nuestra palabra o si estamos conscientes de lo que hablamos porque reflexionamos en ello.

Actualmente hablamos por hablar, nuestras palabras se escapan de nuestro interior en frases huecas, repetitivas e inconstantes. Pero ya es hora que tomemos conciencia del momento histórico en que vivimos: el siglo de la comunicación. Y es momento en que realmente comuniquemos; que tengamos un receptor a quién hablarle y sobre todo que tengamos algo importante y valioso que comunicar, porque de no ser así, de nada sirve comunicar.

Actualmente; los espacios de la radio y de la televisión, están plagados de personajes a quienes no les importa como se expresan, ni como son escuchados por millones de personas. Y cabe señalar que los medios de comunicación son los que ahora dictan la pauta de nuestro lenguaje.

Por esta razón, es imperante que los medios de comunicación analicen sus mensajes y busquen siempre aportar algo valioso para la sociedad, ya que de no hacerlo, la palabra carecerá cada vez más de valor; nuestras palabras se volverán más huecas y sin sentido y en poco tiempo también nuestro pensamiento lo será por completo, despojando con ello al hombre de su esencia humana. Ya que nuestras palabras somos nosotros y cada uno de nosotros constituimos nuestra nación. Así que resulta necesario cuidar que nuestro lenguaje transmita conocimiento porque sin esta acción, careceremos cada vez menos de valor, en todos los sentidos.





Nunca antes el ser humano había tenido tanta información sobre su entorno como en nuestra época, nos encontramos en la era de la comunicación. Actualmente nos podemos enterar de lo que pasa al otro lado del mundo en tan sólo instantes, asimismo, podemos comunicarnos con quien queramos y adonde queramos; es tal la importancia de los medios de comunicación que estos han tomado un verdadero papel preponderante en nuestra vida cotidiana, al grado que en muchas ocasiones nos negamos a creer cualquier cosa si ésta no ha sido transmitida por estos medios. Nuestros valores de verdad y falsedad se basan en gran parte por lo que leemos en un diario, por lo que vemos en televisión, escuchamos por radio o por lo que encontramos en Internet.

Y no hay que dejar de aclarar que un buen porcentaje de estos medios se basa en la palabra como fuente transmisora del pensamiento, pues la Internet que es lo más adelantado en comunicación que tenemos hoy en día y que principalmente transmite conocimiento e ideas por medio de la escritura, está abriendo paso a la comunicación hablada. Pues las personas no sólo quieren comunicarse a través de frases escritas, sino que quiere conocerse a través de la voz. Pues la voz contiene nuestro sello, nuestra esencia, nuestra personalidad y nuestros sentimientos.





Mucho se podría escribir sobre las cualidades de la radio; ésta nos acompaña, genera entretenimiento, cultura, nos distrae de las arduas y tediosas tareas del trabajo cotidiano y quizás a algunos los llegue a "inspirar" en sus manifestaciones artísticas, pero se puede asegurar que la gran cualidad de la radio es sin duda alguna, la capacidad que esta tiene para desarrollar la imaginación del que la escucha. Si, la imaginación es el elemento humano que ha llevado a la humanidad toda a erigirse como actor principal de nuestro mundo. Es por ello que la radio resulta tan importante pues no solo cumple con las cualidades que al principio se mencionaron sino que, ayuda a que la mente humana se desarrolle y crezca, pues al imaginar el radioescucha lo que se les es transmitido en forma oral, se crea la atención, la memoria y la capacidad de unir elementos separados en un conocimiento integral.

Y para evitar cualquier duda a esta aseveración, basta con recordar el histórico suceso que se dio en EUA en julio de 1938, cuando Orson Wells, al aire y en red nacional, comenzó a narrar una invasión extraterrestre. Wells haciendo gala de todos los recursos de su época y de su imaginación, sembró por unas horas el pánico en toda una nación, ganándose con ello un puesto en la historia, el reconocimiento mundial por su labor en radio y dejando evidente la fuerza que tiene la palabra… y la imaginación.

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